Hoy voy a ocuparme de los barrios de mi pueblo.
Se me ha ocurrido este tema, recordando que en las veladas de invierno, a la lumbre, matando el rato para hacer hora de ir a la cama, mi abuela nos proponía a los muchachos un juego para tenernos entretenidos.¡Que tiempos! Era el juego de los barrios. Comenzaba ella por proponernos un acertijo con unas pistas sobre poco más o menos así: “En una casa del barrio de la Rivera (p.ej.) vive una familia de ocho personas. El abuelo, un matrimonio, tres mozos, una muchacha y una niña. ¿Qué familia es?”
Había que ir pensando en la gente de ese barrio, calle por calle, visualizando las casas, echando cuentas de las familias, recordando a sus componentes….
—Los fulano —decía uno.
—¡Frio! ¡Friísimo!¡Puro carámbano! Te hielas.
Lo que quería decir que no y que ni siquiera estabas cerca de la casa en cuestión.
—Los mengano —saltaba otro.
—¡Templado!
O sea, que ya andaba cerca.
—Los zutanos
—¡Caliente! ¡Te vas a quemar!¡Te estás quemando!
Se entendía que era al ladito mismo. El misterio le quedaba casi resuelto al siguiente. ¡Qué chamba!!
—¡Perengano! ¿A que sí?
—¡Bien! Muy listo. Lo adivinaste. ¡Tú ganas!
El que acertaba tomaba “la mano” y era el que proponía el acertijo en la siguiente ronda.
Así pasábamos un rato divertido, agotábamos el rescoldo de la lumbre y adquiríamos un buen conocimiento de nuestros convecinos, pues con los de los barrios más alejados del nuestro la convivencia era escasa, de ordinario.
Aquello fue aquello y esto de hoy es otra historia. Así pues, vamos al grano.
El meollo de la cuestión va a ser el nombre de los barrios de Almeida. No de todos, porque no es necesario. Dejaré al margen aquellos cuya denominación resulta obvia, naturalmente; pues nada hay que decir sobre el barrio de Arriba, el de Abajo, el de la Fontana, el de Santa Úrsula o de la Rivera, del de Belén o del Caozo Oscuro, ya que es evidente a santo de qué deben llamarse como se llaman. Unos por su ubicación y otros por la fuente, la ermita, la rivera, las peñas, etc.
Pero quedan tres sobre los que hay que preguntarse el porqué de sus nombres, Cárcavo, Gueto y Santarenes.
El barrio del Cárcavo marca el final del casco urbano por el Este, limitando con el barrio del Caozo Oscuro, el de la Fontana, el de Arriba y la rivera de Belén, al que atraviesa la calle de su mismo nombre y que por el puente homónimo se conecta con la carretera de Zamora. Es uno de los que alternan casas y cortinas en mayor proporción respecto a los demás. Pero, ¿de dónde viene su nombre?
Corominas dice de cárcavo que es una voz dialectal que significa propiamente «hoya en que se entierran los muertos» (cárcava 1589), «zanja o foso defensivo» (id. h. 1140), «la cavidad interna del vientre», 1495, «hueco en que juega el rodezno de los molinos», S. XVII; son alteraciones del latín caccabus «olla, cazuela», del griego kákkabos con idéntico significado. Bien mirado, a ojo de buen cubero, sí parece ser el terreno que marca la cota más baja del pueblo y por ello debió recibir tal nombre.
El origen y la razón del nombre Gueto adjudicado al barrio noroeste de nuestro pueblo, entraña algunas dificultades de interpretación, particularmente por asignación generalizada del nombre italiano ghetto a los barios de confinamiento forzoso de los judíos en las ciudades europeas desde 1516. ¿Tiene algo que ver esto con nuestro barrio? Cierto es que las callejas de las aljamas o juderías españolas son estrechas y tortuosas. No lo es menos que los sefardíes eran buenos artesanos, discretos y trabajadores. Parece que los antiguos habitantes del barrio, el peor terreno del pueblo, un suelo todo peña, cargaban capazos con tierra buena de las orillas del regato Val de Andrés y con ella creaban pequeños huertos en los abrigos berroqueños.
Bien, pues a pesar de todo lo dicho, en mi modesta opinión nunca hubo asentamientos judíos en Almeida, ni en ese barrio ni en ningún otro. Huellas no han dejado y los que se atreven a firmar lo contrario fundándose en el nombre de este barrio, que aporten pruebas, pues hasta ahora ninguno de los investigadores especializados incluye a Almeida en el catálogo provincial de juderías. En Sayago, el único reducto documentado es Fermoselle.
No quiere esto decir que el barrio del Gueto no estuviera habitado por alguna comunidad en «situación de marginación y aislamiento por motivos religiosos, raciales, políticos o culturales» (así define gueto el diccionario de la RAE). Muy posiblemente moriscos, que sí que hubo en Almeida y bien pudo ser en este barrio donde los relegaron cuando llegaron aquí, en 1571, después de la rebelión de las Alpujarras.
Un día de estos explicaré las razones de por qué considero que el origen de Ameida hay que buscarlo en la cima de las peñas de Santa Úrsula, una meseta donde se asentó un castro prerromano y más tarde un castillo. A este antiguo asentamiento, pudiera deberse el poblamiento del más antiguo de nuestros barrios. Yo así lo creo.
Por lo que se refiere a Los Santarenes, el más al sur, el único en la margen izquierda de la rivera de Belén, se descuelga cuesta del Branquial abajo, a un lado y otro de la carretera de Ledesma, hasta topar de bruces con Las Alcantarillas. Ante el nombre de este barrio, posiblemente el más moderno del pueblo, uno podría pensar en un primer impulso en la ciudad portuguesa de Santarém y en algunos emigrantes de allí venidos. Pero, no me parece nada probable. No hace falta ir tan lejos, tenemos mucho más a mano la dehesa de Santarén de los Peces, adscrita al término de Moraleja, como quien dice a tiro de piedra. Que alguna familia de aparceros o criados de esta dehesa vinieran a establecerse en Almeida y se edificara su casa en las peñas del Branquial o cerca de la ermita del Cristo es perfectamente plausible. Y también que les pusieran de apodo Los Santarenes. A ellos primero, luego a otros vecinos que vinieran después. De aquí al hecho de asignarle este nombre colectivo al barrio, no parece descabellado concederle visos de certeza. Esta es la hipótesis por la que yo me inclino.
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